RAZONES POR LAS QUE SINTTA NO ESTÁ CONFORME CON LA ELIMINACIÓN DE LA PRUEBA EXTRAORDINARIA DE SEPTIEMBRE EN EL CALENDARIO ESCOLAR
En la vida las segundas oportunidades son de agradecer ya que una gran mayoría de las personas las merecen, y muchas las aprovechan. En nuestra sociedad son utilizadas permanentemente en ámbitos muy distintos como en economía (ley de segunda oportunidad: recurso legal que ofrece a particulares y autónomos la posibilidad de renegociar o incluso eliminar de forma total o parcial sus deudas cuando no es posible hacer frente a su pago) o en jurisprudencia (reducción o sustitución de la pena de prisión por primer delito).
La educación, ámbito cuyo objetivo es la formación integral del individuo basada no sólo en la adquisición de conocimientos sino también en la de competencias y valores, no debe de dar la espalda a estas segundas oportunidades para lograrlo, pudiendo su supresión causar perjuicios mayores que los beneficios deseados. Máxime teniendo en cuenta los cada vez más pobres resultados del sistema educativo español, que, en 25 años, ha pasado de arrojar entre los mejores resultados de Europa para pasar directamente al vagón de cola.
Y es precisamente el sistema educativo el que tiene que velar por adoptar las medidas más adecuadas poniendo el foco en los alumnos y su proceso formativo, debiendo de quedar en un segundo plano, por tanto, aquellos motivos políticos, organizativos, económicos, vacacionales o de cualquier otra índole, ya que lo importante es formar futuros ciudadanos libres, críticos, independientes y con valores, que aseguren el relevo generacional y el mantenimiento del sistema de una manera adecuada. Y entre las estrategias más habituales para educar en valores destaca la de incidir en la idea de que todos podemos cambiar y somos merecedores de una segunda oportunidad.
Desde siempre ha existido alumnado en nuestras aulas de diversos perfiles. Y algunos de ellos han sido beneficiados por la existencia de los exámenes extraordinarios de septiembre:
- Aquellos a los que les lleva algo más de tiempo y esfuerzo el sacar el curso, pero pueden.
- Aquellos que, aunque con capacidad, por su incorrecta actitud no han aprovechado del todo el curso y pese a rectificar e intentar reengancharse, no llegan por poco a tiempo.
- Aquellos que por sus especiales habilidades deportivas, culturales o artísticas no pueden acudir con la frecuencia deseada y necesitan de ese tiempo extra para seguir el ritmo.
- Aquellos que debido a una enfermedad o lesión han perdido la oportunidad de acudir al centro y de avanzar de manera adecuada y en igualdad de condiciones durante un periodo más o menos prolongado.
Todos ellos no sólo se han merecido durante décadas esa oportunidad, sino que han sido muchos los que han aprovechado, superando el curso gracias a ella.
Pero…¿Qué ocurrirá ahora que se les ha privado de esta oportunidad? La respuesta es clara: fracasarán y se convertirán en alumnos repetidores, aumentando así los porcentajes de fracaso escolar.¿O no? Porque las pretensiones del gobierno son otras: que los alumnos puedan pasar de curso con cualquier número de materias, si así el equipo educativo lo decide.
Se nos plantean entonces dudas: ¿para qué sirven las materias, los exámenes, los criterios de evaluación y promoción, las rúbricas, las listas de control…? ¿Es bueno para el sistema educativo y para el alumno que se eliminen la excelencia y la capacidad de superación como valores principales? ¿Es correcto y adecuado que un alumno con 3, 4, 5 o más asignaturas pendientes (lo que supone una clara constatación de la no adquisición de las capacidades necesarias) promocione? ¿Es el verdadero motivo de estos cambios la mejora del sistema educativo y la toma de medidas adecuadas para el alumnado, o es otro?.
Ello responde a la constatación de que, como ha venido insistiendo la OCDE, la repetición de curso es una medida cara para los sistemas educativos (especialmente para España, donde un 28,7% de los alumnos de 15 años ha repetido al menos una vez, casi el triple que la media de los países desarrollados).
Pero…¿Son los argumentos económicos y no los educativos los que deben de primar? . ¿No habrá que centrarse en las causas para atenderlas e implementar medidas para atajarlas en lugar de suprimir aquellas que puedan resultar de ayuda para muchos, aunque sean deficitarias?.
Entendemos que la educación es un bien de valor incalculable a futuro para la formación integral, que no es rentable a corto plazo y que merece inversión suficiente, la que nunca ha tenido en las últimas décadas…
¿Es buena idea entonces suprimir los exámenes de septiembre?
- En primer lugar, porque, por lo mencionado con anterioridad, aumentarán el fracaso y el abandono escolar viéndose los educandos privados de una oportunidad más de alcanzar sus objetivos, o bien promocionarán demasiados alumnos que no han conseguido adquirir las bases para continuar y será el enésimo error de reforma educativa.
Lo que han hecho es volver a la LOGSE, que fue un absoluto fracaso porque suponía echar hacia delante la pelota. A los niños se les iba pasando de curso con muchos suspensos y llegaban a 4º de la ESO con muchísimas carencias. La idea era que pasaran de curso y se reforzaran dichas carencias, como ahora, pero en la práctica no se hizo. El abandono escolar y el fracaso crecieron y fue una reforma nada útil. ¿Alguien cree que ahora se va a hacer y que se va a invertir más en medidas para ello cuando la tendencia política de las últimas décadas es justo la contraria?.
En el curso 2004/05, el presidente Tiní Areces, en el marco de la LOGSE, hizo un intento de supresión de dicha convocatoria en Asturias y al poco se rectificó por resultar una medida nada efectiva. No entendemos bien por qué no aprendemos de la experiencia y volvemos a cometer el mismo error de nuevo. Salvo que las razones para dicha decisión no sean de índole educativo…
- Esta decisión ha sido tomada unilateralmente por el Gobierno, sin consultar en ningún momento a los claustros de docentes, ni a los padres, ni a los alumnos, ni a los expertos educativos.
En los últimos años hemos podido observar cómo esto se ha convertido en una práctica muy habitual. Y el resultado a la vista está: la progresiva degeneración de la eficiencia del sistema educativo que, entre reformas y contrarreformas cada pocos años y reducción de la inversión, ha visto mermada su calidad de una manera muy notable. Justo lo contrario que ha pasado con los colegios concertados y privados.
- Para poder cumplir los objetivos de cada curso y adquirir las competencias y conocimientos necesarios es imprescindible superar las materias con éxito ya que estas están diseñadas precisamente para ello.
Los exámenes de septiembre son una oportunidad más de superarlas, con el tiempo suficiente de por medio. Es muy difícil que un alumno aprenda en 7-10 días en junio lo que no ha logrado asimilar durante todo el curso.
- El hecho de tener que adelantar el calendario de exámenes de junio en pos de las recuperaciones finales (famoso “juniembre”) penaliza a los buenos estudiantes y supone una discriminación hacia ellos, ya que se deja de dar temario a principios de junio (con la consiguiente y mayor concentración de los contenidos, que ya están bastante apretados) y se pasarán gran parte de ese mes en el aula sin poder avanzar en sus conocimientos y competencias debido a los exámenes de recuperación. Es una reducción en toda regla del periodo escolar útil.
- Además, dependiendo del tipo de materias, no hay que limitar la recuperación a un examen de una prueba teórica. En muchas ocasiones, para aprobar una asignatura es preferible que el alumno suspenso realice trabajos, prácticas, lea libros... Algo que no es sólo estudiar para un examen, y que requiere de más tiempo.
Por poner un ejemplo práctico, un alumno en EF que no haya superado la materia por no haber realizado ninguna tarea por falta de actitud y trabajo diario en el aula, no puede recuperar y adquirir todas las habilidades y capacidades no trabajadas en una prueba teórico-práctica de una hora. Es literalmente imposible. Pero en dos meses de verano puede adquirirlos sin problema a través de modificación de hábitos, realización de video-trabajos, lecturas adecuadas y controles de actividad.
- Se producirán enormes diferencias de criterios entre centros lo que provocará una mayor desigualdad, cargando única y exclusivamente a los equipos docentes la responsabilidad de decidir si los alumnos pasan o no. Una norma demasiado laxa e injusta.
- Algunos aluden para su eliminación el hecho de que el porcentaje de aprobados en septiembre es muy bajo. Entre el 25 y el 30%. Si tenemos en cuenta que en ese porcentaje se incluyen todos aquellos casos de abandono durante el curso y alumnos que han tirado la toalla al final, consideramos que el dato es lo suficientemente bueno, ya que supone que entre 1 y 5 alumnos de cada clase pueden aprobar y reengancharse.
Además, creemos que estas medidas extraordinarias están diseñadas para ayudar a quienes lo necesiten, aunque sea una minoría. Al igual que otras medidas como los desdobles, los grupos flexibles o las adaptaciones curriculares, que disponen de porcentajes de éxito incluso inferiores, pero que nadie plantea su eliminación.
- Desde SINTTA, al igual que desde otros muchos ámbitos educativos, pensamos que las verdaderas razones para este cambio son exclusivamente las organizativas y económicas.
Por un lado, existen intereses en las administraciones, empeñadas en adelantar el inicio del curso en septiembre y en encajar los calendarios lectivos entre la Universidad, primaria y secundaria. Quieren unirlos para no tener que hacer exámenes y reuniones de evaluación y así poder hacer los grupos de alumnos ya en junio en función de los que pasan y de los que no, lo que reduce también las labores burocráticas y los empleados necesarios para llevarlas a cabo. Pero nada tienen que ver entre sí esos ámbitos educativos, ni sus objetivos, ni tampoco sus necesidades y circunstancias.
Por otro, los enormes recortes que año tras año lleva sufriendo la administración pública en general, y la educación en particular, hacen pensar que nuevamente los motivos para la toma de estas decisiones tengan mucho más que ver con la merma en la inversión de fondos que con criterios pedagógicos adecuados.
Con demasiada frecuencia se habla para tomar determinadas medidas, de “desigualdad económica que favorece la diferencia entre clases, gravando en favor de las clases más pudientes”. Pero precisamente la escuela pública existe para evitar esas desigualdades y no podemos ni debemos recortarla ni empobrecerla con decisiones inadecuadas. Lo que verdaderamente grava a un alumno, a una familia y a una sociedad entera, es engañarles regalándole al adolescente una titulación que no se ha merecido y para la que no está preparado. Y tampoco lo estará para competir en el implacable mercado de trabajo, que no entiende de igualdades ni de adaptaciones, sólo de validez e idoneidad para el puesto.
Nos dejaremos por el camino, además, los valores de valoración, esfuerzo, excelencia, empatía y segunda oportunidad…
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